¿Tenemos impuestos competitivos? o mejor, y para una mayor claridad y precisión, ¿Nuestro sistema fiscal promueve el crecimiento económico y la inversión sostenible al tiempo que aumenta los ingresos suficientes para las prioridades del gobierno?
Sí, pensará, para una “una mayor claridad y precisión”, mejor el segundo enunciado de la pregunta. Ahora bien, si se trata de respuestas…
Centrémonos. Una de esas respuestas la dan en Tax Foundation, un viejo think tank estadounidense -más de 80 años- altamente especializado en el análisis de las políticas fiscales y los sistemas tributarios.
En definitiva, sobre los impuestos, su naturaleza, consecuencias y efectos.
La respuesta viene en forma de clasificación, denominada Índice de Competitividad Fiscal Internacional ( ITCI ). Este índice analiza los impuestos a las empresas, a los ciudadanos, al consumo, sobre la propiedad y sobre los que se pagan por beneficios obtenidos en el exterior.
España se encuentra en el puesto número 23 de 36 países (de la OCDE) que forman parte del análisis comparado. Un lugar que más allá de reflejar las deficiencias de nuestro sistema fiscal, revela la necesidad de reformas de calado de la estructura económica y productiva española.
Sólo en los impuestos a los ciudadanos -los particulares- y al consumo, el rango se sitúa en niveles medianamente aceptables. Los empresariales y, muy en especial, los de la propiedad -¡donde estamos los penúltimos! se sitúan en niveles manifiestamente mejorables.
No es consuelo ni referencia que otros países como Francia estén más abajo en la clasificación que España. Entre otras cosas porque ni su PIB ni su Renta -ni su tasa de paro, sin ir más lejos- es la misma.