En cuatro años, habremos sido convocados a tres elecciones generales, dos autonómicas, y dos municipales y europeas respetando sus calendarios. Nueve citas en total.
En efecto. Soy de los que piensan que este nuevo proceso electoral que se inicia con las generales del 28 de abril (y finaliza con las municipales, parte de las autonómicas y las europeas del 26 de mayo próximo) es el más importante de los últimos tiempos. Y eso que no será por falta de precedentes.
Muchas cosas en cuatro años
En estos cuatro años, han sucedido muchas cosas que han transformando las sociedades. Es más, no solo han sucedido, sino que están sucediendo y acentuarán su ritmo e intensidad en este futuro inminente en el que estamos viviendo todos los días.
Una edad de aceleración histórica en la que el tiempo “tecnológico” (con sus avances y herramientas y, sobre todo, su visión del mundo) corre por delante del tiempo propiamente “humano” y desborda la actualización del conocimiento y de las capacidades, que están está siendo claramente superada por los acontecimientos, y no digamos por las tendencias.
Pero, menos mal que nos quedan las actitudes. Las buenas actitudes. Lo que se han llamado siempre los “fundamentos“.
La brecha de la desigualdad
Que una sociedad se quede hoy día “atrás” frente a otras -sean ciudades, sean comunidades autónomas (regiones o landers, es lo mismo) o sean países- es campo abonado para la desigualdad colectiva. Tenemos ejemplos sobrados en la Unión Europea como los tenemos especialmente en España entre las comunidades autónomas.
Vigoroso con desequilibrios
No obstante, en estos cuatro años, la economía española ha registrado un avance vigoroso que ha tenido luces, gracias al enorme esfuerzo que ha hecho buena parte de la sociedad, el sector privado con su iniciativa, esfuerzo y ajustes, las empresas y trabajadores.
Y las sombras de las asimetrías regionales, acentuadas por la falta de acuerdos y los desafíos de las élites independentistas, así como el escaso cambio de patrón del crecimiento, falto de una reforma y posterior pacto educativo y de mayor inversión en I+D+i hasta alcanzar la media europea.
Sin embargo, caminamos hacia una etapa madura del ciclo económico excesivamente condicionada por la inestabilidad política. En medio mundo y en nuestro entorno más cercano. Del proteccionismo de Estados Unidos a la toma mundial de posiciones de China. Del Brexit al desafío independentista catalán.
Momentos complejos que requieren respuestas eficaces y rápidas sin margen para la prueba y el error en la gestión pública, por limitada que resulte (y en la privada) porque la incertidumbre sociológica se ha instalado en el horizonte y solo puede combatirse con hechos y resultados (tangibles y evaluables).
Incertidumbre
Infravalorar o ignorar esa incertidumbre generalizada con mentiras o excentricidades es lo que acentúa la profunda polarización que se ha abierto bajo nuestros pies. Y no estamos para más tensiones. Seguir por ese camino es un error que pasará factura tarde o temprano.
El manejo de “los tiempos” solo es dominado por quién lidera y lleva la iniciativa, no por quién procrastina sistemáticamente por puro relativismo insconsciente o por simple incapacidad. Porque hemos llegado a unos momentos en los que no podemos permitirnos el lujo de seguir lastrados por debajo de nuestras posibilidades.
El 28 de abril se abre la última fase de un proceso que debería (eso es, debería) finalizar el 26 de mayo. Después, habrá que acordar, gobernar y responder a los retos del futuro en el que ya estamos viviendo, este futuro inminente.
* Este artículo ha sido publicado el 19 de abril en Diario Córdoba dentro de la serie “Cita con las urnas“. La versión está ligeramente ampliada.