Una reflexión sobre comunicación, inteligencia artificial y ética que he publicado en Agenda de la Empresa en el número de octubre de 2108
¿Ha leído o escuchado alguna vez esa frase clásica que dice que “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”? Seguro que sí. La autoría se le atribuye al presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt en el último discurso que pronunció dos días antes de su muerte el 11 de abril de 1945.
Recuerda la Historia que la noticia de la muerte de Roosevelt, figura colosal entonces por el liderazgo que proyectaba (fue el único presidente reelegido cuatro veces para el cargo empezando en plena Gran Depresión) y sus circunstancias vitales (batalló sin descanso para vencer la parálisis que le aquejaba de cintura para abajo), fue recibida con euforia en la atmósfera enloquecida del bunker de Hitler en Berlín.
Presos de la desesperación, algunos como Goebbels, su ministro de Propaganda, interpretaron el fallecimiento como un nuevo “milagro de Brandeburgo” en referencia a la muerte de la zarina Isabel en 1762 que cambió de inmediato el curso de la guerra de los siete años (la segunda gran guerra mundial del siglo XVIII) y salvó in extremis a Prusia y su emperador Federico El Grande. Hitler admiraba profundamente al personaje.
Por supuesto, ninguno de ellos hubiera asumido la frase de Roosevelt, que acabó popularizada en el universo de los cómics, galaxia Marvel y que ha servido para unos cuantos guiones de películas de acción.
Inteligencia Artificial
Hoy es fácil volver a escucharla cuando se habla de Inteligencia Artificial. En muchos otros textos se cita la idea a la que va unida: la Ética, que es la gran preocupación que trae la IA.
De hecho, en el último Anuario de Dircom, que presentamos en la sede de la Confederación de Empresarios de Andalucía el pasado mes de septiembre, el análisis de la IA encabeza las cinco tendencias de actualidad -y futuro- en materia de Comunicación y se presenta, sin duda, como la mayor fuente de innovación.
Los avances son muchos, desde contenidos generados de forma automática con una capacidad de progresión extraordinaria, noticias de todo tipo automatizadas, hasta los algoritmos que analizan datos masivos, la IA aplicada al Big Data, y “dirigen” nuestro consumo de contenidos según las preferencias que hemos ido dejando en la travesía cotidiana.
Chatbots
El detalle tiene que ver con los chatbots o social bots, estos “personajes” que producen contenido e interactúan con los humanos en los medios de comunicación y en las redes sociales y que van aprendiendo y “mejorando” sus interacciones gracias precisamente al contacto permanente con el público.
Sin embargo, y a pesar de lo que parece, su desarrollo es todavía incipiente y se le tienen grandes reservas, como se apunta en el European Communication Monitor de 2017 que recoge el Anuario.
En esta edición, en la que participaron 3.387 profesionales de la comunicación de 50 países, el 42 por ciento afirma que los social bots “ofrecen oportunidades para la comunicación estratégica” y por contra el 24,7 cree que no.
Este dato contextualiza las grandes reservas que se tienen sobre ellos y que pudiera parecer sorprendente desde el punto de vista de la tecnología pero que se entiende mucho mejor si la ética entra en el contexto.
Desafíos éticos
De hecho, el 51 por ciento de los profesionales considera que los social bots “son una amenaza para las sociedades y los debates públicos” y sólo el 19 está en desacuerdo. El 50 por ciento asegura que “son una amenaza para las organizaciones y su reputación” y la respuesta realmente relevante: el 73 por ciento cree que “presentan desafíos éticos” para ellos mismos (los profesionales de la comunicación) y apenas un nueve dice lo contrario.
Yo me apunto a ese 73 que cree que el uso de los social bots presenta desafíos éticos y también creo que hay que tener cuidado con su uso porque, en efecto, pueden ser una amenaza para las organizaciones y su reputación y muy en especial, para la sociedad y los debates públicos.
Con las posibilidades que ofrecen, o la ética guía su uso, lo que presenta extraordinarias ventajas como ya estamos viendo, o se convertirán en un magnífico instrumento de manipulación masiva para el populismo y las causas que buscan la ruptura y el enfrentamiento. Esas que trató de “coser” Roosevelt hasta que le fue humanamente posible.
Estoy de acuerdo contigo. La reflexión ética, la alerta continua para mantener la honestidad en la comunicación era, es y será una obligación profesional, sean cuales sean los instrumentos.